El difícil camino hacia un entorno laboral de cero emisiones
Pilita Clark
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Pilita Clark
Estaba sentada en mi escritorio en una tarde lluviosa cuando las calles se llenaron repentinamente de un gran grupo de ruidosos manifestantes de la Rebelión de la Extinción. Durante unos momentos emocionantes, parecía que se estaban dirigiendo hacia la puerta principal de Financial Times. Pensé que quizás estaban a punto de formar una barricada como la que habían establecido unos días antes afuera de la BBC para exigir una mayor cobertura del cambio climático. Por desgracia, no fue así. Al verlos caminar en la llovizna, dos cosas me vinieron a la mente: cuán cálida y seca era mi oficina y lo difícil que sería que la vida laboral cambiara suficientemente para satisfacer las crecientes demandas de los activistas climáticos.
Sin embargo, debe cambiar, al menos en el Reino Unido, que este año se convirtió en el primer país del G20 en promulgar un objetivo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero neto para 2050. Tal vez parezca que ese objetivo no necesita cumplirse por 30 años, pero la escala del cambio necesario para eliminar las emisiones de nuestra vida diaria es tan grande que significa que ninguna casa u oficina quedará intacta y la acción deberá comenzar pronto. Ya están comenzando a aparecer señales de lo que le espera al lugar de trabajo, especialmente cuando se trata de los viajes de negocios. Aunque algunos planes parecen muy atractivos, otros no inspirarán mucha alegría.
Las protestas climáticas coincidieron con la publicación de un informe del Imperial College de Londres que establece lo que las personas individuales y las empresas pueden hacer para ayudar a cumplir el objetivo de 2050. Es posible que te hayas enterado de sus sugerencias más polémicas: una prohibición de los programas de viajero frecuente y un impuesto sobre millas aéreas que afectaría a 15% de la población responsable de 70% de todos los vuelos. Ambas ideas afectarían a los viajeros de negocios, que representan cerca de 19% de los vuelos del Reino Unido.
Para evitar la necesidad de volar, el informe recomienda apoyo financiero para las organizaciones con mucho personal que vuela con frecuencia, para ayudarles a instalar sistemas de videoconferencia o “suites de telepresencia” para reemplazar las reuniones físicas. También sugiere que se financien lugares de reunión para ayudarlos a organizar conferencias que podrían transmitirse en todo el mundo.
Puedo pensar en bastantes conferencias que hubiera preferido ver desde mi escritorio en lugar de ver en persona. Igualmente, he conocido algunos de mis contactos de trabajo más importantes al margen de algunas grandes conferencias internacionales a las que miles de personas han viajado desde todo el mundo para asistir. Extrañaría a esos contactos si se eliminan dichas conferencias.
Otros cambios climáticos en el entorno empresarial son mucho más alentadores. El próximo mes, una organización benéfica británica lanzará formalmente algo llamado Climate Perks (incentivos climáticos), un plan que alienta a las empresas a darles a los trabajadores al menos dos días libres al año para que puedan tomar un tren, autobús o barco en lugar de un avión en sus vacaciones.
Los organizadores dicen que 25 empleadores se han inscrito en un período de prueba de dos años del programa y están en conversaciones con 150 más, incluyendo un bufete de abogados, un despacho de arquitectura y un gran grupo de construcción. Los participantes serán monitoreados por Deloitte para ver qué funciona y qué no. Algunas empresas ya han introducido la medida, lo cual ha complacido al personal.
“Es fantástico”, dijo Flossie Boyd, una activista de 24 años en una empresa sin fines de lucro de relaciones públicas llamada Power for People. Ella usó su tiempo adicional para tomar un viaje en tren de 14,5 horas desde Londres al Lago de Como en Italia para pasar vacaciones el mes pasado. Su jefe, Steve Shaw, me dijo que iba a viajar a Alemania en tren esta semana y que le gusta tanto el plan que está pensando en extender la cantidad de vacaciones pagadas y tal vez compensar al personal que paga más por los boletos de tren que por una tarifa de avión.
Su firma es pequeña. ¿Las organizaciones más grandes estarían dispuestas a unirse? Una de las más grandes en hacerlo hasta ahora es MTR Express, una compañía de trenes sueca con 120 empleados que ha estado probando la licencia de vacaciones adicional desde el año pasado. No hay planes para terminarlo, dice el director comercial, Peder Osterkamp, quien lo usó para ir a Rusia.
Una compañía de trenes tiene un interés obvio en este tipo de programa de viajes. El plan podría funcionar mejor para compañías ansiosas de atraer a trabajadores más jóvenes. Sería inútil sin buenos enlaces ferroviarios. Pero a medida que avanza el impulso para reducir las emisiones, sospecho que es el inicio de la implementación de prácticas laborales más ecológicas que seguramente comenzarán a afectar a muchos de nosotros más rápidamente de lo que pensamos.